El principal medio de vida de los vettones fue la ganadería, básicamente vacas, ovejas, cabras, cerdos y caballos. Además también se dedicaban a la agricultura y como en toras zonas de Europa, es casi seguro que los Vettones tuvieron campos de cultivo bien delimitados. El hierro permitió fabricar instrumentos de gran utilidad en las tareas agrícolas.
La agricultura Vettona fue básicamente de tipo cerealista de secano, con distintas variedades de trigo y cebada resistentes al clima frío y seco de la región. También contaban con el complemento de unas pocas variedades de legumbres y bellotas (con las que llegaron a fabricar harina), utilizando la miel para endulzar los alimentos.
Tal era la importancia de la ganadería para el pueblo vettón que crearon unas esculturas características denominadas “verracos”. Se trata de esculturas de granito que representan cerdos y toros, entre 1 y 2,50 metros de longitud. Se han hallado más de 400 piezas en el occidente de la península ibérica, coincidiendo en gran parte con el territorio de este pueblo. Casi la mitad se han hallado en la provincia de Ávila, siendo los toros de Guisando el conjunto más representativo.
Foto: Conjunto escultórico Vetón que se ubica en el cerro de Guisando, en el término municipal de El Tiemblo, en la provincia de Ávila| Rafaelji
Los verracos no son considerados ya, a la luz de los hallazgos actuales, una manifestación exclusiva de la cultura vettona, pero sí son elemento característico de ella; En la frontera oriental del territorio vettón atendiendo a los hallazgos de los verracos se ha trazado una línea imaginaria de norte a sur por la parte oriental de la provincia de Ávila y aproximadamente central de la de Toledo, como última zona de control vettón antes de entrar en Carpetania, donde no se produce este fenómeno; Caesarobriga, a tenor de este tipo de hallazgos, quedaría englobada en la zona vettona.
Imagen: Elementos para una delimitación entre vettones y carpetanos en la provincia de Toledo | M.a Pilar González-Conde Puente
G. López Monteagudo (1983b, 474-475) recoge todos los testimonios hallados hasta el momento de aparición de su obra, que para la provincia de Toledo se distribuyen de la siguiente manera: 1) verracos: Alcaudete de la Jara, Alcolea de Tajo, Calzada de Oropesa, Castillo de Bayuela, Las Herencias, Oropesa, Torralba de Oropesa, Torrecilla de la Jara y Totanes; 2) toros: Castillo de Bayuela, Talavera de la Reina y Totanes. Observando en el mapa (Figura 1) los lugares mencionados, se aprecia una línea diferenciadora, establecida, de sur a norte, por los hallazgos de: Torrecilla de la Jara, Alcaudete de la Jara, Las Herencias, Talavera de la Reina, Castillo de Bayuela, para enlazar con El Tiemblo, ya en provincia de Ávila. Al oeste de esta línea, siempre hablando de Toledo provincia, la proliferación de verracos está clara, con los mencionados de la zona de Oropesa y el de Alcolea de Tajo, presencia que también tiene continuidad, y con más intensidad, en las provincias de Ávila y Cáceres. En Toledo, sólo se da la excepción de Totanes, situado al suroeste de Toledo capital, y que, sin lugar a dudas, se integraría en Carpetania, por lo que se trataría de un hallazgo casual cuya explicación estaría lejos de cualquier participación carpetana, más bien en el asentamiento allí de elementos vettones, responsables de los dos testimonios. Por lo que se refiere a la pieza de Talavera, fue publicada ya en 1958 por Jiménez de Gregorio, que da la noticia de la localización de esta escultura, o mejor, parte de ella, en la llamada Torre del Polvorín de la muralla (JIMÉNEZ DE GREGORIO 1958, 200-201, con noticias anteriores). Se trata de una pieza muy desgastada, que fue utilizada a modo de sillar, según opinión del autor, cuando se construyó la parte medieval de ladrillo.
Las esculturas se fechan mayoritariamente entre los siglos IV y I a.C. Algunas se erigieron junto a las puertas de los castros vettones, como en Las Cogotas, La Mesa de Miranda, Las Merchanas o la propia Salamanca. Este dato permite plantear una función apotropaica, es decir, simbolizarían la defensa del poblado y el ganado. También otras muchas se localizan en posiciones dominantes sobre zonas de excelentes pasto y cerca de fuentes de agua como el toro de Villanueva del Campillo, (2,5 m de largo por 2,43 de alto). Parece que los verracos marcarían un recurso básico para la alimentación del ganado, los pastos, cuya explotación sería organizada por los jefes de las comunidades que se asentaban en el territorio.
Los vettones incineraban a sus muertos, se llevaba a cabo en una pira y las cenizas y los restos de huesos y objetos eran recogidos y llevados al cementerio, donde eran depositados dentro de una vasija de barro enterrada o directamente en el hoyo. En tierras de Salamanca y Zamora no se han descubierto enterramientos, tal vez por la exposición de los cadáveres a los agentes naturales y animales carroñeros, u otros motivos que se desconocen.
Los jefes eran enterrados con sus armas y los arreos de sus caballos, los guerreros con una panoplia más modesta y la masa de la población (artesanos, comerciantes, campesinos…), con ajuares más pobres.
Foto: Ilustración de un Guerrero vettón de las Cogotas. Panoplia del S.III a.C. | Dionisio Álvarez Cueto
El retrato sociológico de los vettones es el de un sistema basado en el valor del guerrero. A veces las fuentes e refieren a los vettones con –ct- (vectones) y no con doble –tt-. La raíz -vect- es frecuente en la antroponimia celta y parece estar basada en *uek-ti-, *ueik-, *uoika-, “lucha”, “energía hostil”, “fuerza vital”. Es decir, un nombre de origen celta con el significado de “los luchadores” o “los hombres de la guerra”.
Los vettones, rendían culto a los dioses en santuarios rupestres al aire libre. Uno de los más importantes es el de Ulaca (Solosancho, Ávila).
Foto: Altar de Sacrificios de Ulaca | Castros y Verracos de Ávila
Los sacrificios humanos eran excepcionales, pero sin duda existieron. Plutarco relata el caso de los habitantes de Bletisama, la actual Ledesma, quienes en el 96-94 a.C. ratificaron la paz con un pueblo vecino sacrificando a un hombre y a un caballo.
La conquista del territorio vettón se produjo durante las guerras lusitanas y celtibéricas (del 154 al 133 a.C.), por las cuales Roma extendió su dominio a la Meseta. Las campañas del procónsul Q. Servelio Cepión (139 a.C.) contra vettones y galaicos, y de su sucesor Décimo Junio Bruto, fueron decisivas para pacificar el oeste de la Meseta.
Con la conquista romana se incrementó el comercio de los vettones debido a la demanda de materias primas por parte de los ejércitos romanos y de Roma.
A finales del siglo I a.C. una parte de los oppida vettones había desaparecido y otros conservaban un papel hegemónico, operando junto a un modelo de ocupación descentralizado de pequeñas granjas y aldeas. La política de Julio César de prohibir las defensas y facilitar la instalación en el llano influyó en la organización del territorio vettón.
Fuente:
Los Vettones. Arqueología de un pueblo protohistórico – Jesús R. Álvarez Sanchís
Elementos para una delimitación entre vettones y carpetanos en la provincia de Toledo - M.a Pilar González-Conde Puente
Vettones, pastores y guerreros en la Edad de Hierro – Museo Arqueológico Nacional
Vettones: ¿Quiénes Fueron? – Jesús Álvarez Sanchís