Prótesis de Ojo con recubrimiento de Oro de hace 5.000 años

Hace cinco mil años, una mujer del Sistán iraní fue enterrada con su posesión más deseada: una prótesis ocular recubierta de oro.



En diciembre de 2006, estaba a punto de terminar la campaña de excavaciones cuando en la necrópolis de Shahr-i-Sokhta, en el Sistán iraní, se descubrió la existencia de un ojo artificial en la tumba MJN.6705. El hallazgo de este objeto, en apariencia modesto, es de una importancia crucial y sin paralelismo hasta la fecha, puesto que se trata de la primera prótesis ocular conocida en la Antigüedad y plantea una serie de interrogantes inéditos sobre los conocimientos técnicos y médicos, así como las costumbres entre los pueblos que ocupaban el antiguo Irán.



Imagen de la zona de excavaciones en la necrópolis de Sharh-i-sokhtal. Este yacimiento ya ha proporcionado más de 700 esqueletos, la mayor colección en su género en Iran.

La extensión de la necrópolis de Sharh-i-sokhtal, es de unas 20/25 hectáreas y se puede suponer la existencia de entre 27.000 y 33.000 tumbas.

La sepultura en la que apareció el que se ha dado en bautizar como ojo de oro, era una tumba de tipo bipartito, que contenía un esqueleto de mujer con un pronunciado prognatismo y características comunes con el resto de los habitantes de Shahr-i-Sokhta: artrosis cervical, aplastamiento de las vértebras debido, probablemente, a pesados trabajos llevados a cabo en vida y abrasión de los molares, causada por el uso de los dientes como tercera mano o instrumento, por ejemplo, para suavizar el cuero. Además, la edad de la difunta entraba en una media general que, para las mujeres de ciudad, oscilaba entre los 32 y los 36 años.



En la tumba fueron hallados numerosos restos de cerámicas, además de un pequeño saco de cuero, imagen sobre estas líneas, y un espejo de bronce en la imagen inmediatamente superior.

La inhumada había sido colocada en la parte oriental de la fosa, apoyada sobre el lado derecho del cuerpo, casi plegada sobre sí misma en dirección noroeste, con el rostro vuelto hacia el este, en dirección a la salida del sol.

Los estudios antropológicos han hallado restos de un absceso en la parte alta interna de la órbita izquierda de la calavera. Probablemente, el prolongado contacto con el globo ocular artificial irritaba e infectaba el párpado superior. Además, se han descubierto restos humanos en el dorso plano del objeto, allí donde estaba en contacto directo y constante con el párpado inferior y el zócalo de la órbita ocular. Estos datos, sin embargo, aún deben confirmarse con estudios especializados de paleopatología.

El problema que se plantea es determinar la composición de la esfera, para lo que se están preparando análisis de tipo morfométrico y también microquímicos, aunque estos últimos no se efectuarán inmediatamente. El gran reto de estas pruebas es lograr llevarlas a cabo sin alterar la composición y la forma de la prótesis.

No se trata de un objeto casual, ni de uno preexistente adaptado, sino que ha sido construido justo con el fin con el que fue utilizado, con grandes conocimientos de geometría y de técnica.

Los científicos que lo estudian han intentado reproducir con un material plástico la misma forma colocándola después en una órbita ocular. La réplica se adapta perfectamente a su función.

Pero aún hay más: el ojo está decorado. Su superficie externa está repartida en cierto número de sectores con líneas incisas que dividen el espacio hemisférico en ángulos de unos 45 grados. En su centro está grabado un pequeño círculo que reproduce la pupila. El centro de la circunferencia mide 0,01 milímetros, lo que supone un alarde técnico.

La prótesis es una semiesfera de tres centímetros de diámetro, con incisiones que representan la pupila. Se sujetaba con cuerda, como un parche.



Su dueña lo llevaba de día para ocultar su órbita ocular vacía y lo guardaba de noche en un saquito de cuero también encontrado en el enterramiento.

El ojo tiene medidas perfectas, lo que significa que el artesano, hace casi cinco mil años,conocía la la esfera.

Fuente:

La Aventura de la Historia nº 116