Los criterios para catalogar a una especie como amenazada o en peligro en la Lista Roja internacional no son válidos para animales y plantas que viven en las islas, según una evaluación llevada a cabo por un investigador español.
José Luis Martín Esquivel, investigador en el Centro de Planificación Medioambiental (CEPLAM) del Gobierno de Canarias, ha evaluado el estado de conservación de las especies que podrían estar amenazadas en Canarias según los criterios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN).
Pero las listas de especies en peligro de extinción que surgieron a raíz del estudio no eran compatibles con la realidad, ya que eran "demasiado extensas" e incluían especies que "no enfrentaban riesgo alguno".
Imagen de un pequeño lagarto endémico de las islas de la Gomera e Hierro
Después de analizar cómo se fundamentaron estos criterios, Martín Esquivel descubrió que "casi todas las pruebas se hicieron con vertebrados (sobre todo aves) y plantas, y todas se realizaron con especies continentales, no insulares", explica a SINC el autor del estudio que se ha publicado en Journal for Nature Conservation.
Dada la diferencia entre los ecosistemas continentales y los insulares, para el científico hay una "clara incongruencia". En las islas, las especies tienen distribuciones condicionadas por la propia superficie de la isla, "y a menudo tienen reparticiones menores que especies continentales similares, sin que ello signifique que deban considerarse amenazadas", añade Martín Esquivel.
Según la UICN, toda especie que tiene menos de 2.000 km2 de superficie debe considerarse amenazada. Esto significaría que las 3.672 especies endémicas de las Islas Canarias (38 vertebrados, 510 plantas, 2.960 antrópodos o invertebrados, y 196 moluscos) deberían considerarse amenazadas, porque la mayor isla de las Canarias, Tenerife, tiene una extensión de unos 2.000 km2.
El científico considera que "muchas de las más de 4.000 especies endémicas de Canarias están en un estado muy saludable, y no enfrentan amenaza alguna", aunque añade que son prioritarios planteamientos de conservación de la biodiversidad singularizados en islas pequeñas. En comparación con los continentes y las islas grandes, las islas pequeñas siguen pautas ecológicas diferenciadas.
Otra incoherencia observada es que los insectos, el grupo más abundante en la naturaleza (el 90% de las casi 4.000 especies endémicas de Canarias), no entran en los criterios para establecer la Lista Roja de especies amenazadas. Como los invertebrados suelen tener una distribución más reducida que la de los grandes vertebrados y las aves, "no se pueden establecer los mismos criterios de referencia para las aves que para los caracoles, por poner un ejemplo", apunta el biólogo.
"En Canarias los endemismos insulares propios son más de 2.000 especies, y la mayoría se encuentra en buen estado de conservación, en zonas protegidas sin amenazas relevantes, de modo que no es posible concluir que estén amenazados", subraya Martín Esquivel que compara la problemática a la de otras islas como las Galápagos o islas mayores como Nueva Zelanda.
Imagen de un ejemplar de pinzón azul del Teide.
Según el biólogo, la solución para identificar especies amenazadas en islas pequeñas es "abandonar el sistema de umbrales cualitativos" establecido por la UICN y "averiguar si la especie está en regresión", pues una especie amenazada es una que pierde superficie de ocupación o número de ejemplares. Para Martín Esquivel, "lo relevante es si la distribución de la especie está en declive, es estable, o está en aumento".
El investigador propone señalar con rigor las especies realmente amenazadas. La protección de las especies implica asegurarse de que "las especies prioritarias en las que se invierten los escasos recursos disponibles son las que realmente enfrentan una mayor urgencia de conservación". "Invertir esfuerzos en especies no amenazadas por el simple hecho de ser emblemáticas o porque detrás de ella hay lobbys de presión importantes no ayuda a la tarea de evitar las pérdidas de biodiversidad", concluye el biólogo.
Fuente:
Journal for Nature Conservation