Los primeros Homínidos; ¿Caza o Carroñeo? Imagen: Recreación artística de un Homo habilis tallando una herramienta a la orilla del lecho de un río | Vía Universitat de Girona
Con el aumento en la complejidad de las interpretaciones acerca de la acumulación de restos en los yacimientos, se ha producido una multiplicación de las hipótesis acerca del aprovechamiento que hacían los homínidos antiguos de las carcasas de las piezas consumidas. Bunn y Kroll en 1986 señalaban tres modelos diferentes:
- I) Las muestras de centenares de huesos con marcas de cortes existentes en Olduvai y Koobi Fora demuestran que, 2 millones de años atrás, los homínidos eran capaces de desmembrar las carcasas de una forma muy eficiente, cosa que demuestra que su dependencia de la alimentación carnívora era alta (Bunn, 1981)
- II) De una muestra de 19 ó 19 huesos procedentes de 6 conjuntos distintos de Olduvai se concluye que los homínidos no estaban interesados principalmente en obtener carne, sino tendones y pieles (Potts y Shipman, 1981). Los homínidos de esa época raramente descuartizaron carcasas, si es que lo hicieron alguna vez (Shipman, 1983).
- III) En función de los conjuntos de herramientas halladas, y sin prestar atención a las marcas en los huesos, se entiende que los homínidos eran el último estadio en el carroñeo. Aprovechaban carcasas en las que apenas quedaba restos de carne machacando los huesos y obteniendo el tuétano. De tal forma, las verdaderas herramientas olduvaienses eran los núcleos sólidos (choppers), y las esquirlas o lascas no eran otra cosa que material de desecho (Binford, 1981).
A estas hipótesis, se añade una más, la de Domínguez Rodrigo que ya en el año 1996 y 1997 por medio de estudios tafonómicos detallados de yacimientos como Olorgesailie, Peninj, Koobi Fora y Olduvai, apuntaba a que los homínidos constructores de los primeros instrumento líticos cazaban no sólo presas pequeñas sino de tamaño medio.
Domínguez Rodrigo duda de la disponibilidad de carroña libre en la sabana, cosa que obligaría a los homínidos a matar a sus presas ellos mismos.
El paleoantropólogo de la Universidad de Rutgers (EEUU) Robert Blumenshine por el contrario en 1987, tras examinar estudios ecológicos, etológicos y paleontológicos acerca de la adaptación a la sabana, llegó a la conclusión de que la disponibilidad de carcasas de herbívoros de tamaño medio abandonadas por los predadores con una cantidad de carne aún aprovechable sería alta, sobre todo en la estación seca. Confirmó su modelo con un trabajo de campo en los parques del Serengeti y Ngorongoro en el que señalizaron las cantidades de carroña presentes, su estado y los periodos de descomposición. Blumenschine reconoce que esto no demuestra que los homínidos del Plioceno fuesen carroñeros, pero demuestra que pudieron serlo.
Manuel Domínguez Rodrigo pierde credibilidad cuando critica los trabajos de los compañeros aludiendo para ello motivos ideológicos más que científicos, ya que en su opinión, la idea de unos antepasados carroñeros se basaría en prejuicios ideológicos más que en las pruebas.
Domínguez-Rodrigo mantiene una disputa político/personal con su colega Robert Blumenshine, que se encarga de airear como se puede comprobar aquí. Esta actitud no beneficia en absoluto a su trabajo y le hace perder cierta credibilidad. El español publicó un artículo en Journal of Human Evolution en el que afirmaba que Blumenschine había confundido señales dejadas por hongos en los huesos de herbívoros con marcas dejadas por mordiscos de carnívoros un trabajo al que el estadounidense respondió en la misma revista en 2007.
Con esta breve introducción, creo que ya puedo pasar a dar la noticia, que es la siguiente:
Un equipo de paleontólogos españoles, dirigido por el paleontólogo de la Universidad Complutense Manuel Domínguez-Rodrigo, ha publicado en la revista 'Journal of Human Evolution' y más recientemente en un libro (financiado por el Ministerio de Cultura), los resultados y conclusiones de sus estudios:
Los Homo habilis, fabricaban lanzas, eran cazadores y compartían la comida con otros congéneres, lo que implica un grado de organización social.
El equipo dirigido por Manuel Domínguez-Rodrigo, buscaba profundizar en el comportamiento de los primeros humanos. ¿Eran todos carroñeros como las hienas? ¿O ellos mismos mataban? Y luego, ¿Eran solidarios o cada uno iba a lo suyo?
El trabajo de campo comenzó en el yacimiento de Peninj a mediados de los 90. Según cuenta el propio Domínguez: "Elegimos Peninj porque era una ventana única al pasado de hace 1,5 millones de años. Y porque era un lugar desalentador para otros paleontólogos, a 320 kilómetros de una ciudad. Nadie había vuelto allí desde los años 60, cuando se fueron los Leakey. Y tuvimos suerte. Fue un yacimiento muy generoso en fósiles con nosotros.
Hace cuatro años, el equipo trasladó su trabajo a la Garganta de Olduvai.
Los primeros años se los pasaron haciendo estudios geológicos y estratigráficos, con ayuda de los expertos Luis Alcalá, director científico de Dinópolis, y Luis Luque. Con el tiempo, lograron que esa ventana fuera de un kilómetro cuadrado: desvelaron que allí hubo una sabana de vegetación abierta, con infinidad de grandes carnívoros, muy competitivos con nuestros antepasados, los 'Homo habilis', a la hora de conseguir comida. Descubrieron también que el comportamiento de los primeros humanos no fue igual en todos los lugares, algo que nunca se había planteado.
En el estudio se analizaron los filos de bifaces de piedra con el microscopio: tenían restos de madera, de lo que deducen que se utilizaron para tallar lanzas.
También estudiaron las marcas de dientes en los huesos de las piezas carroñeadas, llegando a la conclusión de que son señales de raíces.
Según su hipótesis, había tantos carnívoros la zona que, sin cazar, habría sido muy difícil conseguir carne. En el estudio nos dicen que tenían lugares específicos para cada actividad, por un lado estaba la zona donde conseguían la materia prima de sus lanzas, otro lugar donde tallaban las herramientas/armas, y otro lugar adonde transportaban la
caza: "Todo indica que lo consumían de forma colectiva porque había restos de animales de entre 100 y 200 kilos. Además, en esa época las crías humanas ya eran indefensas y necesitaban mucha energía para sobrevivir", argumenta.
Pero lo descubierto en Olduvai, el lugar donde Mary Leakey se tropezó con los primeros restos de un 'Homo habilis', ha confirmado lo que ya sospechaban: también allí hubo humanos que comían animales de más de una tonelada: hay fósiles de más de 20 búfalos 'pelovoris'. "Nos ha permitido constatar que hace 1,2 millones de años, los seres humanos empezaron a necesitar animales muy grandes porque la carne era fundamental en su dieta y para cazarlos necesitaban una estrategia, organizar la actividad de forma colectiva, lo que implica una mayor capacidad de comunicación verbal", apunta Domínguez-Rodrigo.
Ante las grandes posibilidades que ofrecen estos yacimientos para conocer nuestro pasado, existe el proyecto de crear en España un Instituto de Investigaciones en África, con apoyo de varias universidades, Dinópolis y el CSIC, cuya sede estaría en Madrid y que sería el centro en el que los hallazgos sobre el terreno serían estudiados en profundidad. El director del Museo Arqueológico de Madrid, Enrique Baquedano es otro de los colaboradores en los trabajos en Olduvai implicados en este proyecto.
Fuente:
El Mundo
Público
Senderos de la Evolución Humana: Camilo J. Cela Conde y Francisco J. Ayala